Ya dije antes que no me interesa el Bicentenario. El hecho de que la Revolución de Mayo (¡!) celebre su 200 aniversario es una mera cuestión administrativa. Lo que sí me interesa es que estos festejos nos han pintado de cuerpo entero a la sociedad y a nuestra clase política.
Por el lado de nuestra sociedad, los últimos días reflotamos dos aspectos muy autodestructivos de nuestra personalidad; la dificultad para hacer autocrítica y el optimismo infundado. Con respecto a la primera cuestión, todo el festejo del Bicentenario tuvo un fuerte tono autoelogioso. Está muy bien, pero y el balance? Así como las fiestas de fin de año o hasta los cumpleaños son a la vez momentos de festejo y balance en la vida de las personas, lo mismo se hubiera esperado en el caso de Argentina. Pero no. Todos hemos caído en el autoelogio fácil.
Claramente, este ha sido un gol del Gobierno (no tan bueno como el de Angelito, que grosso ese pibe, ponele la cara de Beckham y se cansa de vender camisetas), que planteó un festejo a través de la óptica de la presunta dicotomía 1910 vs 2010. Como si la Argentina hubiera llegado al Centenario en condiciones repudiables y al Bicentenario pletórica de logros. Y lo cierto es que no ha pasado ni lo uno ni lo otro. No llegamos a 1910 en el cielo ni en el infierno, pero tampoco ahora estamos por el buen camino, al menos en la opinión de los integrantes de este blog.
Si no hay balance, si no hay revisionismo, no hay aprendizaje, y por lo tanto cabe esperar que sigamos cometiendo los mismos errores. Probablemente haya pocas sociedades con un historial como el nuestro en materia de tropezar N veces con la misma piedra, y éste aspecto de nuestra personalidad puede ser uno de los principales motivos.
El segundo aspecto repudiable de nuestra personalidad como sociedad es el optimismo infundado. Creo que si midiéramos hoy la confianza del consumidor, daría notablemente mejor que hace una semana. Y que ha cambiado? Nada, claramente. Somos una sociedad a la que le gusta pensar en un futuro glorioso a punto de llegar. No tenemos equipo, pero vamos a ganar el Mundial. No sabemos qué perfil productivo adoptar, pero estamos condenados al éxito. Nos quieren echar del G-20, pero vamos a ser una potencia política a nivel mundial. La deuda está subiendo, pero nos estamos desendeudando. Y así infinidad de casos en que nuestras perspectivas son contrarias a las que deberíamos inferir de los datos concretos de la realidad.
Siempre digo que el pesimismo es la clave del éxito. El pesimismo te hace prepararte para lo peor, y eso te pone en condiciones de soportar casi cualquier situación adversa. Y si al final los malos augurios no se cumplen, mejor. Cada uno lo puede ver desde su perspectiva; en la facultad es mejor estudiar de más que de menos, en el trabajo es mejor hacer más de lo necesario que menos, y así en todo lo que se quiera. Obvio que nadie quiere estudiar más o trabajar más, pero si el objetivo es el éxito, es claramente el mejor camino.
Por el lado de la sociedad, entonces, estos días de festejo, para mi gusto, han fortalecido estos dos aspectos negativos, que son en buena medida la clave de nuestro fracaso como país.
En cuanto a la clase política, qué decir? Se han visto cosas lamentables. Cristina y Mauricio teniendo públicamente una discusión digna de nenes de 6 años, que costó que nuestra ¿Presidenta? se haya quedado afuera de un hecho tan importante como la reapertura del Teatro Colón, guste o no un estandarte de la cultura argentina. También la pelea Cristina-Cobos, en otra muestra de las miserias de ambos, pero especialmente de la primera, a la que su carácter de cabeza del Gobierno le exige manejar su gestión con un tono un poco menos rencoroso y personalista. Pero así es el estilo K, primero el Gobierno, después el Estado.
Mauricio quiso usar el Colón como base para relanzar su campaña (a la presidencia o a la jefatura de gobierno, yo creo que la segunda). Aunque claramente lo consiguió (la reapertura del Colón probablemente quede grabada como el mejor momento de estos 4 días, y en la pelea con Cris quedó mucho mejor parado), me parece bastante desagradable esa intención. De nuevo, en los festejos del Bicentenario me hubiera gustado ver al Estado por encima del Gobierno, lo que no pasó. Lo mismo pasó con los K y la constante publicidad oficial durante el apasionante Argentina-Canadá.
El comportamiento de la clase política argentina confirmó que sus integrantes todavía no entienden que Argentina necesita un poco más de consenso, respeto y primacía de las instituciones por encima de las individualidades.
Lo dicho, los festejos del Bicentenario nos han pintado de cuerpo entero. Que se le va a hacer, es lo que hay.
PD: Feliz Bicentenario de la Revolución de Mayo.
PD 2: Ya sé que en términos prácticos este posteo tiene un valor nulo. Sólo quiero hacer un pequeño aporte a la reflexión que, creo, faltó en estos días.
martes, 25 de mayo de 2010
Missing values en los festejos del Bicentenario
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IMPECABLE!
ResponderEliminar[clap][clap] Arranca escribiendo como eimio politólogo, pero asoma indemne el economista con el "N veces"...genial, completamente de acuerdo con todo...
ResponderEliminarUn día habría que hacer la comparación entre cómo vemos nosotros nuestro futbol y cómo lo ve el resto del mundo
We are what we are, el economista siempre aflora, aunque no quiera.
ResponderEliminarCon el "missing values"...
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